Toco y me voy
Por Julia Padilla
Todo estaba listo en el segundo piso. En una oficina amplia con alfombras grises, se había armado elegantemente una larga mesa, con tres manteles que la cubrían a lo largo, uno azul, otro rojo y otro azul, y de un lado, contra la pared, se habían colocado unos veinte sillones grises, típicos asientos de oficina. Sobre la mesa, aunque todavía la comida no estaba, había varias copas como de champagne, algunas con servilletas azules colocadas delicadamente en su interior. Allí aguardaban un camarógrafo, grandote, y un notero, flaquito. El primero estaba con cámara al hombro y auriculares, esperando recibir la orden de llegada, el segundo, con micrófono en mano ensayaba el comienzo de la nota; eran del programa de San Lorenzo.
Por Avenida de Mayo, no había copas de champagne, y ningún fotógrafo, sino gente caminando y vendedores trabajando. En realidad, la firma del convenio para realizar una cancha de hockey a futuro, era tan sólo para Bielsa, una cuestión de llegar, firmar e irse, es por eso que ningún cartel o pancarta lo anunciaba; y los pocos camarógrafos que había en el lugar, no eran suficientes como para despertar la curiosidad de ninguna de las personas que andaban por allí.
Eran las cuatro de la tarde en pleno centro, y aunque prácticamente nadie sabía que el canciller iba a estar por esa zona, no era otro día más de primavera, porque el calor era intenso y la temperatura era más bien de verano. Pero para alivio de los hombres de traje que esperaban en la entrada de la sede del Club Atlético San Lorenzo, el sol ya no daba de frente en esa vereda y los edificios colaboraban con la sombra. Por dentro no se parecía en nada a un club deportivo: una recepcionista en la entrada, silloncitos para sentarse mientras se espera para que se lo atiendan, pisos de cerámica, escaleras de madera, y arriba unas cuántas oficinas; ninguna canchita de fútbol a la vista, nadie en shorts, ninguna pelota, nadie en zapatillas. La verdad que la situación era extraña para algún desprevenido y poco informado, porque entre tantos edificios, oficinas y bares ¿dónde pretenden hacer la cancha, en plaza de mayo? Y acá viene la aclaración, es para construirla en la sede principal de este club, en el Bajo Flores.
Adentro, varios hombres, todos cincuentones, aguardaban, mientras en grupitos de cuatro o cinco charlaban entre ellos, y algunos rumoreaban que tal vez Bielsa llegaría a las seis y media de la tarde. Parecían importantes, quizás porque estaban todos de traje: algunos de negro, otros de gris, y la mayoría con camisas blancas. Las únicas que desentonaban en edad y estilo, eran un grupito de seis chicas, jugadoras del club, a las que sus delegados les habían pedido si podían asistir al encuentro. Ellas por su parte, reflejo de la adolescencia, estaban vestidas con jeans, remeras coloridas (celestes, verdes y rojas) y algunas con aritos en sus narices o en sus cejas.
El camarógrafo del programa finalmente recibió la orden que estaba esperando y dijo “ahí llegó el canciller” y salieron corriendo por las escaleras. Detrás de Bielsa subió el pelotón de hombres, parecía que se había abierto un hormiguero. Al llegar, intentó saludar calurosamente a las chicas, pero todo quedó en el intento, porque las palabras no fluyeron por su boca “Hola buenas tardes… futuras que se van a entrenar”. Las chicas ni se inmutaron, apenas sonrieron; y mientras él se dirigió seguido por sus hombres, algunos fotógrafos y el notero del programa de San Lorenzo, hacia una oficinita más pequeña para firmar el convenio, ellas se quedaron en la oficina principal charlando. “Pensé que esto iba a ser más en familia, con gente conocida del club, pero bueno, era venir a esto o estudiar” dijo Gabriela riéndose, una chica rubia, de remara rosa y con el pelo atado, que juega en las mayores.
Algunas de ellas, ya están en edad para votar, pero no tienen mucha idea del tema, apenas saben que el candidato a diputado sigue la línea de Kirchner, “pero ni idea lo que plantea” decían entre ellas; pero en seguida cambiaron de tema y una empezó a contar lo bueno que estaba un chico que vio en el colectivo mientras viajaba.
Todo fue muy rápido, y las chicas no tuvieron que preocuparse por la gente extraña que había en el lugar, porque si bien Bielsa llegó cuatro y media de la tarde, a las cinco en punto ya estaba diciendo “Bueno, adiós”. Y con él varios hombres también se retiraron. Apenas hubo tiempo durante la firma del acuerdo para hacer un chiste. Como el equipo del canciller, Newell’s viene mal en el campeonato, bastante peor que San Lorenzo, le dijeron que seguramente iba a firmar un decreto por el cual de ahora en más, los tiros al arco que dan en el palo, son goles. Todo fue a las apuradas, toco y me voy, tan rápido llegó, tan rápido se fue, que ni siquiera se quedó a probar un bocado, probablemente porque a la noche de ese mismo día, era el cierre de campaña. En cambio, las chicas se quedaron después de que él se retiró, porque según sus comentarios burlones “y…nosotras vinimos por la comida”.
Todo estaba listo en el segundo piso. En una oficina amplia con alfombras grises, se había armado elegantemente una larga mesa, con tres manteles que la cubrían a lo largo, uno azul, otro rojo y otro azul, y de un lado, contra la pared, se habían colocado unos veinte sillones grises, típicos asientos de oficina. Sobre la mesa, aunque todavía la comida no estaba, había varias copas como de champagne, algunas con servilletas azules colocadas delicadamente en su interior. Allí aguardaban un camarógrafo, grandote, y un notero, flaquito. El primero estaba con cámara al hombro y auriculares, esperando recibir la orden de llegada, el segundo, con micrófono en mano ensayaba el comienzo de la nota; eran del programa de San Lorenzo.
Por Avenida de Mayo, no había copas de champagne, y ningún fotógrafo, sino gente caminando y vendedores trabajando. En realidad, la firma del convenio para realizar una cancha de hockey a futuro, era tan sólo para Bielsa, una cuestión de llegar, firmar e irse, es por eso que ningún cartel o pancarta lo anunciaba; y los pocos camarógrafos que había en el lugar, no eran suficientes como para despertar la curiosidad de ninguna de las personas que andaban por allí.
Eran las cuatro de la tarde en pleno centro, y aunque prácticamente nadie sabía que el canciller iba a estar por esa zona, no era otro día más de primavera, porque el calor era intenso y la temperatura era más bien de verano. Pero para alivio de los hombres de traje que esperaban en la entrada de la sede del Club Atlético San Lorenzo, el sol ya no daba de frente en esa vereda y los edificios colaboraban con la sombra. Por dentro no se parecía en nada a un club deportivo: una recepcionista en la entrada, silloncitos para sentarse mientras se espera para que se lo atiendan, pisos de cerámica, escaleras de madera, y arriba unas cuántas oficinas; ninguna canchita de fútbol a la vista, nadie en shorts, ninguna pelota, nadie en zapatillas. La verdad que la situación era extraña para algún desprevenido y poco informado, porque entre tantos edificios, oficinas y bares ¿dónde pretenden hacer la cancha, en plaza de mayo? Y acá viene la aclaración, es para construirla en la sede principal de este club, en el Bajo Flores.
Adentro, varios hombres, todos cincuentones, aguardaban, mientras en grupitos de cuatro o cinco charlaban entre ellos, y algunos rumoreaban que tal vez Bielsa llegaría a las seis y media de la tarde. Parecían importantes, quizás porque estaban todos de traje: algunos de negro, otros de gris, y la mayoría con camisas blancas. Las únicas que desentonaban en edad y estilo, eran un grupito de seis chicas, jugadoras del club, a las que sus delegados les habían pedido si podían asistir al encuentro. Ellas por su parte, reflejo de la adolescencia, estaban vestidas con jeans, remeras coloridas (celestes, verdes y rojas) y algunas con aritos en sus narices o en sus cejas.
El camarógrafo del programa finalmente recibió la orden que estaba esperando y dijo “ahí llegó el canciller” y salieron corriendo por las escaleras. Detrás de Bielsa subió el pelotón de hombres, parecía que se había abierto un hormiguero. Al llegar, intentó saludar calurosamente a las chicas, pero todo quedó en el intento, porque las palabras no fluyeron por su boca “Hola buenas tardes… futuras que se van a entrenar”. Las chicas ni se inmutaron, apenas sonrieron; y mientras él se dirigió seguido por sus hombres, algunos fotógrafos y el notero del programa de San Lorenzo, hacia una oficinita más pequeña para firmar el convenio, ellas se quedaron en la oficina principal charlando. “Pensé que esto iba a ser más en familia, con gente conocida del club, pero bueno, era venir a esto o estudiar” dijo Gabriela riéndose, una chica rubia, de remara rosa y con el pelo atado, que juega en las mayores.
Algunas de ellas, ya están en edad para votar, pero no tienen mucha idea del tema, apenas saben que el candidato a diputado sigue la línea de Kirchner, “pero ni idea lo que plantea” decían entre ellas; pero en seguida cambiaron de tema y una empezó a contar lo bueno que estaba un chico que vio en el colectivo mientras viajaba.
Todo fue muy rápido, y las chicas no tuvieron que preocuparse por la gente extraña que había en el lugar, porque si bien Bielsa llegó cuatro y media de la tarde, a las cinco en punto ya estaba diciendo “Bueno, adiós”. Y con él varios hombres también se retiraron. Apenas hubo tiempo durante la firma del acuerdo para hacer un chiste. Como el equipo del canciller, Newell’s viene mal en el campeonato, bastante peor que San Lorenzo, le dijeron que seguramente iba a firmar un decreto por el cual de ahora en más, los tiros al arco que dan en el palo, son goles. Todo fue a las apuradas, toco y me voy, tan rápido llegó, tan rápido se fue, que ni siquiera se quedó a probar un bocado, probablemente porque a la noche de ese mismo día, era el cierre de campaña. En cambio, las chicas se quedaron después de que él se retiró, porque según sus comentarios burlones “y…nosotras vinimos por la comida”.
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