Cierre de un posible comienzo
Por Josefina Patiño
A lo lejos, el gentío se dejaba sentir, desde la estación del tren Urquiza en la parada de Arata. Con el caminar, paso a paso, el ruido se agudizaba cada vez más. Un grupo de policías, a una cuadra de la sede del evento, y unos pocos patrulleros, controlaban la multitud. Los folletines en el suelo del partido Frente para la Victoria alfombraban el lugar.
Al llegar, se podían ir individualizando distintas caras entre la gente. Algunos más formales, saco y camisa, otros simplemente como salieron de trabajar, y la mayoría con vestimenta informal, pantalón de jogging y remera de cualquier color, ropa cómoda para la ocasión. A un costado, una murga de chicos, no dejaban de saltar al compás de los redoblantes, que estaban en manos de los distintos sindicatos ahí reunidos. Todo sucedía sobre una de las entradas del Club Argentino Juniors, en La Paternal. Un polideportivo inmenso, rodeado de rejas de color blanco, incrustadas sobre una pared de ladrillos rojos.
Los compases no dejaron de sonar animando el lugar, aunque por momentos podían llegar a aturdir. Algunas personas estaban más inquietas, corriendo de un lado a otro, como los organizadores de cada gremio, reconocibles por los chalecos que traían puestos, y porque eran los encargados de repartir las distintas banderas, gorros y hasta paraguas, con los colores característicos de cada grupo. Sobre todo, los miembros de la UPCN (Unión del Personal Civil de la Nación), que eran los que se encontraban más organizados, al punto de que hasta les sobraron banderas que no repartieron y dejaron sobre la caja de una camioneta último modelo color bordó que estaba estacionada a unos pasos del lugar. Además, había tres o cuatro banderas inmensas, que identificaban a cada sindicato, y eran trasladadas por grupos de personas que intentaban rodear la entrada.
Vista desde lo lejos, la calle Artigas, obviamente cortada al tránsito, estaba como inundada por una especie de marea en movimiento y ruidosa. Cornetas, redoblantes, bombos. Sobre un costado, chicos de entre 10 y 12 años, con ropas sucias y un poco rotas, golpeaban eufóricamente con palos de madera unas botellas de plástico que habían conseguido por ahí. Y la pregunta obligada, ¿cuál era su función? ¿sabían siquiera lo que iban a ver?...También muchas familias completas, de abuelos a nietos... ¿tradicionalmente peronistas? o ¿cuantos más seamos mejor?
Al ingresar, un predio enorme, con canchas de fútbol, basquet, mesas y bancos de mármol que rodeaban todo un sector de parrillas, típico de un picnic de domingo al mediodía en un tradicional club de barrio. Un caminito de cemento guiaba hacia el recinto donde se llevaría a cabo el cierre de campaña, y donde estarían todos aquellos a los que "el pueblo" quería ver y escuchar. Era un estadio de forma ovalada, recubierto por una lona que en algún momento fue blanca, pero que el viento se había ocupado de rociar con la tierra que volaba, y reposaba sobre una estructura de fierros blancos. Al fondo, un escenario cuyo piso estaba repleto de papeles, que hicieron que durante las horas de espera un señor tuviese que tomar una escoba para barrerlos. Sobre éste, había también, sillas forradas en un tapiz rojo, donde se iban a sentar los candidatos, un escritorio con una bandera del partido y unas botellitas de agua. Colgado sobre el escenario, un cartel típico de los del partido, que simula la bandera argentina con un sol en el medio y con la inscripción “Frente para la Victoria”. A un lado, un pequeño palco que no alcanzaba a sobresalir por sobre la multitud, con sillas de plástico negras, para las autoridades locales. Por detrás, un palco un poco más alto, vallado, con piso de madera, designado para la prensa que ya estaba molesta, porque al estar relativamente lejos del escenario y a un costado, las banderas que habían ingresado y que flameaban en todo momento, tapaban la visión de lo que iba a suceder: "Esto es una desorganización y no se ve nada", "... encima ahora caen los camarógrafos y te cagan a trompadas", esas eran las palabras que sonaban desde la voz de uno de los primeros fotógrafos que llegaba al lugar. Sobre ambos lados del escenario dos pantallas estaban dispuestas a lo alto para transmitir el evento a aquellos que se encontraban más lejos. Pero además, hubo una gran cantidad de gente que se dedicó a merodear por las afueras del recinto durante el acto, y a las que pareció no importarles nada lo que estaba sucediendo.
Durante la hora y media que transcurrió, entre el horario en que estaban todos citados y la llegada de los candidatos, todas las banderas, azules y blancas, negras y amarillas, y los paraguas, no dejaron de moverse ni un minuto al son de la música proporcionada por el estadio, a la voz de "carnaval...la vida es un carnaval...". Mientras tanto, vendedores ambulantes ofreciendo gaseosas, choripanes y posters de Evita, conformaban el merchandising del lugar. La gente seguía eufórica y quería participar colgando sus banderas..."no se puede colgar papá...no se pueden entrar banderas, la entraron, la cuelgan sobre un costado", fueron las palabras de uno de los hombres de seguridad. La entrada de banderas y paraguas dentro de la cúpula estaba prohibida, sin embargo, ponían color al lugar, y más que evidente se hizo la falta de control sobre esto, tal vez adrede, tal vez realmente incontrolable.
La música siguió sonando, ahora en la voz de "El Potro" Rodrigo, y la gente se movía como si estuviese en un baile de primavera. Por momentos se dejaban oír ciertos cánticos que se fueron contagiando de boca en boca, como el inevitable "... un minuto de silencio... para Macri que esta muerto... eah eah eah eah...".
De pronto, una voz desde un micrófono hizo callar al estadio, una voz de locutor que generaba intriga, expectativa, y que pedía paciencia y buena conducta al público presente durante la espera..."se solicita a la entrada de los candidatos que se bajen las banderas para que todos puedan ver al Presidente y éste, a su vez, pueda verlos a todos”. Ya rozadas las nueve de la noche, al son de las trompetas, empezó a nombrar uno a uno a los candidatos, de los de menor a los de mayor importancia, y todos ellos hicieron su entrada triunfal ante la ovación de los gremios. Pero el momento culminante se dio con la entrada del Presidente, cuando la voz dijo: "EL mejor, el representante de la patria..." a lo que le siguió una lluvia de aplausos acompañada por bombos, trompetas y una música de fondo que hizo aumentar el barullo.
Luego, aconteció un hecho, tal vez un tanto distinto, la aparición sorpresa de Marcelo Bielsa, hermano de Rafael, pero que también sirvió a la causa, movilizar a esa masa, que lo conoce por haber sido el DT de la selección. Quizás la intención no era esa, pero no se vio que su presencia pudiera cubrir alguna otra función.
Finalmente, todos juntos levantaron las manos, como lo hacen los actores al terminar sus obras, y saludaron, pero este no es el final, no se terminó un mandato, no hay nada que aplaudir aún, es el cierre de una campaña, de promesas, no de hechos; los aplausos deberían venir después, una vez cumplidas esas promesas.
Antes de la oratoria de los candidatos, se mostró un video en las pantallas sobre los objetivos alcanzados por el gobierno de turno en los últimos dos años, que sirvió para desmerecer a todos los presidentes anteriores, y darle apoyo a esta campaña. Después se intentó cantar el himno entre un barullo constante e irrespetuoso, que acompañó todo el evento. Y al anunciarse la oratoria del primer candidato a legislador porteño, Elvio Vitali, se dio la entonación de la marcha peronista, con más aplausos, más trompetas, más ruidos... Pero las palabras que se dijeron, son las palabras que se suelen decir pero no hacer... que prometen pero no cumplen... que critican pero no solucionan... y entonces, se espera que alguna vez, esas palabras sean la excepción a la regla.
A lo lejos, el gentío se dejaba sentir, desde la estación del tren Urquiza en la parada de Arata. Con el caminar, paso a paso, el ruido se agudizaba cada vez más. Un grupo de policías, a una cuadra de la sede del evento, y unos pocos patrulleros, controlaban la multitud. Los folletines en el suelo del partido Frente para la Victoria alfombraban el lugar.
Al llegar, se podían ir individualizando distintas caras entre la gente. Algunos más formales, saco y camisa, otros simplemente como salieron de trabajar, y la mayoría con vestimenta informal, pantalón de jogging y remera de cualquier color, ropa cómoda para la ocasión. A un costado, una murga de chicos, no dejaban de saltar al compás de los redoblantes, que estaban en manos de los distintos sindicatos ahí reunidos. Todo sucedía sobre una de las entradas del Club Argentino Juniors, en La Paternal. Un polideportivo inmenso, rodeado de rejas de color blanco, incrustadas sobre una pared de ladrillos rojos.
Los compases no dejaron de sonar animando el lugar, aunque por momentos podían llegar a aturdir. Algunas personas estaban más inquietas, corriendo de un lado a otro, como los organizadores de cada gremio, reconocibles por los chalecos que traían puestos, y porque eran los encargados de repartir las distintas banderas, gorros y hasta paraguas, con los colores característicos de cada grupo. Sobre todo, los miembros de la UPCN (Unión del Personal Civil de la Nación), que eran los que se encontraban más organizados, al punto de que hasta les sobraron banderas que no repartieron y dejaron sobre la caja de una camioneta último modelo color bordó que estaba estacionada a unos pasos del lugar. Además, había tres o cuatro banderas inmensas, que identificaban a cada sindicato, y eran trasladadas por grupos de personas que intentaban rodear la entrada.
Vista desde lo lejos, la calle Artigas, obviamente cortada al tránsito, estaba como inundada por una especie de marea en movimiento y ruidosa. Cornetas, redoblantes, bombos. Sobre un costado, chicos de entre 10 y 12 años, con ropas sucias y un poco rotas, golpeaban eufóricamente con palos de madera unas botellas de plástico que habían conseguido por ahí. Y la pregunta obligada, ¿cuál era su función? ¿sabían siquiera lo que iban a ver?...También muchas familias completas, de abuelos a nietos... ¿tradicionalmente peronistas? o ¿cuantos más seamos mejor?
Al ingresar, un predio enorme, con canchas de fútbol, basquet, mesas y bancos de mármol que rodeaban todo un sector de parrillas, típico de un picnic de domingo al mediodía en un tradicional club de barrio. Un caminito de cemento guiaba hacia el recinto donde se llevaría a cabo el cierre de campaña, y donde estarían todos aquellos a los que "el pueblo" quería ver y escuchar. Era un estadio de forma ovalada, recubierto por una lona que en algún momento fue blanca, pero que el viento se había ocupado de rociar con la tierra que volaba, y reposaba sobre una estructura de fierros blancos. Al fondo, un escenario cuyo piso estaba repleto de papeles, que hicieron que durante las horas de espera un señor tuviese que tomar una escoba para barrerlos. Sobre éste, había también, sillas forradas en un tapiz rojo, donde se iban a sentar los candidatos, un escritorio con una bandera del partido y unas botellitas de agua. Colgado sobre el escenario, un cartel típico de los del partido, que simula la bandera argentina con un sol en el medio y con la inscripción “Frente para la Victoria”. A un lado, un pequeño palco que no alcanzaba a sobresalir por sobre la multitud, con sillas de plástico negras, para las autoridades locales. Por detrás, un palco un poco más alto, vallado, con piso de madera, designado para la prensa que ya estaba molesta, porque al estar relativamente lejos del escenario y a un costado, las banderas que habían ingresado y que flameaban en todo momento, tapaban la visión de lo que iba a suceder: "Esto es una desorganización y no se ve nada", "... encima ahora caen los camarógrafos y te cagan a trompadas", esas eran las palabras que sonaban desde la voz de uno de los primeros fotógrafos que llegaba al lugar. Sobre ambos lados del escenario dos pantallas estaban dispuestas a lo alto para transmitir el evento a aquellos que se encontraban más lejos. Pero además, hubo una gran cantidad de gente que se dedicó a merodear por las afueras del recinto durante el acto, y a las que pareció no importarles nada lo que estaba sucediendo.
Durante la hora y media que transcurrió, entre el horario en que estaban todos citados y la llegada de los candidatos, todas las banderas, azules y blancas, negras y amarillas, y los paraguas, no dejaron de moverse ni un minuto al son de la música proporcionada por el estadio, a la voz de "carnaval...la vida es un carnaval...". Mientras tanto, vendedores ambulantes ofreciendo gaseosas, choripanes y posters de Evita, conformaban el merchandising del lugar. La gente seguía eufórica y quería participar colgando sus banderas..."no se puede colgar papá...no se pueden entrar banderas, la entraron, la cuelgan sobre un costado", fueron las palabras de uno de los hombres de seguridad. La entrada de banderas y paraguas dentro de la cúpula estaba prohibida, sin embargo, ponían color al lugar, y más que evidente se hizo la falta de control sobre esto, tal vez adrede, tal vez realmente incontrolable.
La música siguió sonando, ahora en la voz de "El Potro" Rodrigo, y la gente se movía como si estuviese en un baile de primavera. Por momentos se dejaban oír ciertos cánticos que se fueron contagiando de boca en boca, como el inevitable "... un minuto de silencio... para Macri que esta muerto... eah eah eah eah...".
De pronto, una voz desde un micrófono hizo callar al estadio, una voz de locutor que generaba intriga, expectativa, y que pedía paciencia y buena conducta al público presente durante la espera..."se solicita a la entrada de los candidatos que se bajen las banderas para que todos puedan ver al Presidente y éste, a su vez, pueda verlos a todos”. Ya rozadas las nueve de la noche, al son de las trompetas, empezó a nombrar uno a uno a los candidatos, de los de menor a los de mayor importancia, y todos ellos hicieron su entrada triunfal ante la ovación de los gremios. Pero el momento culminante se dio con la entrada del Presidente, cuando la voz dijo: "EL mejor, el representante de la patria..." a lo que le siguió una lluvia de aplausos acompañada por bombos, trompetas y una música de fondo que hizo aumentar el barullo.
Luego, aconteció un hecho, tal vez un tanto distinto, la aparición sorpresa de Marcelo Bielsa, hermano de Rafael, pero que también sirvió a la causa, movilizar a esa masa, que lo conoce por haber sido el DT de la selección. Quizás la intención no era esa, pero no se vio que su presencia pudiera cubrir alguna otra función.
Finalmente, todos juntos levantaron las manos, como lo hacen los actores al terminar sus obras, y saludaron, pero este no es el final, no se terminó un mandato, no hay nada que aplaudir aún, es el cierre de una campaña, de promesas, no de hechos; los aplausos deberían venir después, una vez cumplidas esas promesas.
Antes de la oratoria de los candidatos, se mostró un video en las pantallas sobre los objetivos alcanzados por el gobierno de turno en los últimos dos años, que sirvió para desmerecer a todos los presidentes anteriores, y darle apoyo a esta campaña. Después se intentó cantar el himno entre un barullo constante e irrespetuoso, que acompañó todo el evento. Y al anunciarse la oratoria del primer candidato a legislador porteño, Elvio Vitali, se dio la entonación de la marcha peronista, con más aplausos, más trompetas, más ruidos... Pero las palabras que se dijeron, son las palabras que se suelen decir pero no hacer... que prometen pero no cumplen... que critican pero no solucionan... y entonces, se espera que alguna vez, esas palabras sean la excepción a la regla.
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